Excelente idea ha sido esta de reunir dos nonetos de distintos autores, relacionados íntimamemente, no sólo en cuanto a estética sino porque nacieron el mismo año y murieron en la misma década: 1784 y 1853 Onslow y 1859 Spohr. Todo se justifica al punto de volverse convencional. En efecto, ambos pertenecen a ese momento de la música en que se transita –al menos ellos transitaron– desde la poética de los géneros del clasicismo hacia la libertad creadora y subjetivista del romanticismo. Podrían haberse entregado de lleno a este último pero prefirieron delinear un discurso comedido y de formas reconocibles, sin someterse mecánicamente a la herencia canónica.
Lo que estos dos colegas practican es la pequeña capilla de nueve instrumentos que, con astucia inexcusable, puede cantar en voz baja y ser música de cámara, o hallar efectos de conjunto que resuenen como una orquesta sinfónica, de modo tal que el registro expresivo se altere sin dañar la estructura general de la obra, siempre tenido en cuenta respecto a sus partes, la ordenación de ellas y la duración relativa suficientemente calculada, aun cuando haya un doble trío en Spohr y tema con variaciones en Onslow. Desde luego, la expansividad melódica no es ya clásica y tampoco la apertura de sus desarrollos, pero todo discurre sin alterar el pacto que articula el conjunto.
Añádase que los instrumentos utilizados son de época o construidos en nuestros días conforme a modelos de época. No ha sido fácil la opción, ya que entre los fabricantes de Francia y Alemania hubo, en aquellos tiempos, ligeras diferencias de frecuencias vibratorias, con la consiguiente diversidad, apenas audible, de tesituras y colores. Para qué ingenios escribieron nuestros músicos, nunca lo sabremos pero escuchando estas versiones podremos imaginarlo.
Bas Matamoro