El siguiente comentario hace referencia, además de a esta, a las referencias SU 3582-2 (Beethoven/Moravec), SU 3583-2 (Chopin/ Moravec) & SU 3581-2 (Mozart/Moravec)

Tienen que producirse situaciones como ésta para que recordemos cómo la carrera de los artistas "clásicos" está condicionada por los agentes, los sellos fonográficos, la publicidad y toda una serie de factores extramusicales, ajenos a la valía del intérprete, que en el caso del pianista Ivan Moravec (Praga, 1930) es excepcional. Según nos informan los libretos que acompañan a estos cuatro CDs, estudió en Praga y asistió a las clases magistrales de Benedetti Michelangeli en Italia. Luego se presentó con Karel Ancerl en su patria y en el Carnegie Hall de Nueva York con Szell en 1964. En América ha desarrollado buena parte de su carrera y grabado la mayoría de los registros que hoy recopila SUPRAPHON. Salvo por la Sonata KV 333 de Mozart, fechada en 1982, las restantes obras fueron grabadas en los años sesenta, de modo que hoy se nos presenta a un pianista de 71 años con registros de hace casi cuarenta. La situación es de verdad sorprendente. Anotemos aún que, en el reciente MIDEM de Cannes se le ha concedido un premio especial en reconocimiento a su carrera y que figuró entre las setenta estrellas del firmamento pianístico del siglo XX congregadas por Philips para su magna edición.
Las interpretaciones que motivan esta reseña son, invariablemente, de muy alta calidad. Moravec muestra una técnica solidísima, con un mecanismo ágil y seguro y una capacidad para regular la dinámica, especialmente en las intensidades medias, que otorga a su personal fraseo una variedad, una elocuencia y una capacidad excepcionales que prenden al oyente en sutilísimas redes. Creo que eso es lo que identifica a un artista. Cualquiera de los cuatro CD comentados o de los seis autores en ellos incluidos atestiguan la maestría de Moravec. Su Mozart es limpio de trazo y cantable, y su fraseo suena natural y convincente. Recordemos que, además de las sonatas aquí incluidas, grabó en los años setenta para SUPRAPHON los Conciertos 14, 23 y 25, y que en 1996 registró con Marriner los números 24 y 25, que fueron asimismo premiados en el MIDEM.
Las cuatro sonatas beethovenianas son también admirables. Moravec elige tempi muy vivos en los movimientos extremos de las llamadas Patética y Los adioses, perfectamente contrastados con los que adopta en los centrales, y así las obras recuperan la vida y la riqueza de contrastes que les son propias y que sólo escuchamos a los beethovenianos más auténticos (Schnabel o Brendel, por ejemplo). Algo similar ocurre en las 32 Variaciones en do menor, perfectas de ejecución y de planteamiento. Y en contraste, la maravilla que nos ofrece su pre-schubertiana Opus 90: la capacidad de cantar y matizar el sonido en una gama comprendida entre el piano y el mezzo forte es, sin rodeos, magistral.
Precioso su Chopin. Salvo la Balada nº 1, cuyo rubato no me parece del todo espontáneo, las otras tres son fascinantes, espléndidas en su concepción y realización, desbordantes de poesía y ricas de sugerencias que apuntan al programa literario en que se basan. Perfectas, como pequeñas joyas, las cinco Mazurcas incluidas, y el legato, la fluidez y la delicada sonoridad de la Barcarola completan un recital Chopin de altísima calidad. Como complemento, merece la pena investigar también la colección de Nocturnos publicada por Erato en su serie económica "Ultima". En el cuarto CD escuchamos una faceta del arte de Moravec como intérprete de la música francesa. Pour le piano y cinco admirables Preludios de Debussy, una transparente Sonatina de Ravel y un grandioso Preludio, Coral y Fuga de César Franck -digno de Richter: no hay mejor elogio- forman un admirable CD.

Roberto Andrade